Botadas en las aceras y con signos de maltrato. Así terminan muchas adolescentes durante el largo feriado de Carnaval después de consumir bebidas alcohólicas y hasta haber sido víctimas de sus propios cortejos.
La Defensoría de la Niñez y Adolescencia ha atendido varios casos de este tipo en años anteriores, al punto que las chicas –al verse en ese estado–piden no llamar a sus padres hasta que se repongan, situación que no es permitida por la institución. “Quedan en las aceras retomando un poco de fuerzas para volver a sus hogares. Los padres no saben ni dónde se encuentran, los llamamos para que vengan a recoger a sus hijos casi intoxicados”, confiesa la defensora de la Niñez, Rosy Valencia.
Ni siquiera el estar con el enamorado es una garantía. Valencia revela que han atendido casos en los que los enamorados de las adolescentes, por el excesivo consumo de alcohol, comienzan a tener una actitud paranoica celando a la joven con los amigos y, finalmente, la agreden. Los abusos sexuales se transforman en la violencia extrema.
Solo como referencia, el pasado mes 18 jóvenes entre 15 y 18 años de edad reportaron en la Defensoría haber sido víctimas de abuso sexual. El 18% del total de casos ha sido cometido por sus enamorados, ocupando el segundo lugar entre los agresores.
En el caso de los varones, lo más común es que al estar ebrios se envuelvan en peleas o sean víctimas de robos.
El siquiatra René Calvimontes considera que el Carnaval “dispara el gatillo de lo individual”. Eso significa que la euforia, la música y todo lo demás hacen que la gente pierda su personalidad y se masifique; al estar en el grupo instintivamente empieza a beber “queriendo o sin querer”.
Según Calvimontes, la persona que decide participar de la fiesta, yendo por las calles, estando en comparsa o quedándose en los conocidos garajes, es muy difícil que no termine bebiendo, mucho o poco, porque el ambiente determina esa situación. El caso es peor si la persona lleva día tras día bebiendo. “Solo no beben los que hacen esa elección y deciden pasar el Carnaval de otra forma”, sentencia.
Hay padres de familia, como María Salinas, que cada vez que su hija de 16 años acude a una fiesta le aconseja beber solo de su vaso y no aceptar ninguna bebida que le inviten, especialmente, porque ha escuchado de casos en los que les ponen somníferos.
Según el artículo 3, inciso 3.5, de la ordenanza municipal del Carnaval, en cada garaje alquilado por comparsas debe haber dos guardias de seguridad para velar por la integridad de los carnavaleros.
Los niños son otras de las víctimas más vulnerables. Durante el corso, lo más frecuente es que se extravíen. En el corso infantil del pasado domingo, la Defensoría rescató a cinco niños perdidos y logró entregarlos a sus padres. La mayoría de los menores era hijos de vendedores que salieron a ofrecer productos en medio del tumulto de gente y terminaron extraviados.
Sin embargo, advierte Valencia, también hay padres que beben en presencia de sus hijos pequeños. “Si bien es cierto que uno se puede tomar de vez en cuando una copa de vino o un vaso de cerveza en las fiestas familiares, la familia debe tener prioridad y por encima de todo está el cuidado de los hijos y su resguardo físico y emocional”, reflexiona.
Calvimontes advierte que el hecho de que los padres beban en compañía de sus hijos es un fenómeno cada vez más frecuente en la sociedad cruceña, y por más que los progenitores les den consejos y recomendaciones a sus hijos, ellos terminarán imitando el modelo de sus padres.
La defensora aconseja que si la pareja decide saltar o salir a divertirse, no lo haga en compañía de sus hijos menores, porque los exponen a que se extravíen, a los abusos deshonestos o violaciones.
Nota: El deber
0 comentarios:
Publicar un comentario